He escuchado del miedo a morir pero yo tengo miedo a vivir. Me habían hablado del miedo a la oscuridad, pero no del miedo a mi oscuridad. No me reconozco en mi propio reflejo. Es como si mi alma no encajara dentro de mi cuerpo. Me siento incompleta. Me tiemblan las piernas y no puedo levantarme. No puedo moverme; estoy presa dentro de mi. Quisiera taparme los oídos y no escuchar, pero no funciona porque mi cabeza desconoce el silencio. Soy muda, incapaz de entablar un diálogo, solamente puedo ver a través de la distorsión. Quiero esconderme, quiero correr, quiero morir.

Siento que me falta el aire y no puedo respirar. Es como estar envuelta en el soplo de un gigante, siento mi cuerpo, frágil y desprotegido, chocar contra un árbol. El árbol soy yo; mi ser más oscuro, más triste, más vulnerable que me vuelve una víctima sin serlo. Ese otro yo desea que me revuelque en mi  tristeza, que el dolor sea la llama que me  mueve y que me paraliza. Desea que mis  lágrimas inunden la  cama, el  baño, el cuarto, el jardín, el bosque, y entonces sé que la depresión ha vuelto… No entiendo cómo es posible, si hace una semanas todo era luz e ilusión, sentía un impulso de vida. Regresé a la sombra del hoyo, aquel que no tiene final, en el que la  única luz es la muerte.

Una vez más la depresión, una vez más la ansiedad. Una vez más de despertar con la almohada empapada. La ansiedad es la locura misma, una plaga que invade mi cuerpo y me desgarra. A la mirada del resto estoy bien, pero mi alma, invisible, está rota.

Me río cuando pienso que me paraliza contestar una llamada, salir de la cama o manejar. Me río aunque no es gracioso; soy el personaje de una tragicomedia, de mi propio infierno.

//

I’ve heard of people being afraid to die, but I am afraid to live. I’ve heard about fear of darkness, but I am afraid of my own darkness. I don’t recognize myself in my reflection. It’s as if my soul doesn’t belong inside my body. I feel incomplete. My legs are shaking and I can’t stand up. I can’t move; I’m trapped inside myself. I wish I could shut my ears, stop listening, but it won't work. My mind is not familiar with silence. I’m mute, incapable of dialogue, everything I see is distorted. I want to hide, I want to run, I want to die.

I can’t breath. I feel I’m trapped inside a giant’s breath. My body, so fragile and vulnerable, crashes against a tree. I am the tree. My darkest, saddest self, the one who turns me into a victim against my will. That other self that makes me wallow in my own pity, that paralizes me with fear and pain. It want my tears to fill my bed, my room, my garden, my forest. That’s how I know depression has returned. How can it be? A few weeks ago everything was excitement and hope, I felt the will to live. I’m back in the darkness of this neverending hole, in which death is the only possible light.

Once again this depression, once again this anxiety. Once again, waking up to a soaked pillow. Anxiety is insanity itself, a plague that takes over my body and tores me to pieces. To everyone else, I seem fine, but my soul, invisible, is broken.

The thought of not being able to answer a phone call, leave my bed or drive my car makes me laugh. And I laugh, even if it’s not funny; I am the protagonist of my own tragicomedy, my own personal hell.

Next
Next

I am not a Diagnosis